Nacido
en Úbeda, España; de sangre andaluza. Un chico normal de provincia que, años
más tarde, frente a la fama y el éxito
comentó que fueron meramente un accidente. Se ha vuelto una leyenda, ganada a
pulso con canciones, música y poesía. Ha roto récords de presentaciones con
lleno total en Argentina y su público en España no es menor.
Comenzó
a ser conocido más o menos a sus treinta años; después de ser arrestado por
tirar una bomba molotov a un banco, durante el franquismo, y huir a Inglaterra
con un pasaporte falso. Su padre era policía y él mismo lo esposó, sobre lo
cual ha declarado, “fue estrictamente cierto”.
A ese hijo rebelde, en barrios acomodados de Madrid, todavía las
viejitas le gritan “¡rojo de mierda!”; según el libro biográfico Sabina en carne viva, escrito por Javier
Menéndez Flores.
La
mañana del pasado miércoles 29 de Abril, Sabina dio una muy amena conferencia
de prensa en un lujoso hotel
de la Ciudad de México. Las 11:30 a.m. era la hora
anunciada oficialmente. Los periodistas llegaban poco a poco. Algunos buscaron
asiento con mucha anticipación. Además de cubrir la charla, ¡eran fans! De
manera que la emoción de gran parte de
los periodistas congregados, incluso un servidor, era tal como si esperáramos
que se abriera el telón en un concierto.
Tras
cuarenta minutos de retraso, ahí estaba el mismísimo Joaquín Sabina, bienvenido
con aplausos. Un vaso de cerveza espumosa, su fiel acompañante. Lo bebió
poquito a poco; cuando acabó con el vaso, la conferencia terminó.
“Llegamos
cansados pero contentos, con el jet lag”, dijo el cantante y poeta, tras la
lluvia de luces de flash.
Habló
de todo; de su salud, la depresión, de política y hasta del Chicharito: Me
tiene bien jodido, porque su gol eliminó a mi equipo favorito, el Atlético de
Madrid. Pero me hace feliz que lo haya hecho un mexicano.
Cuando
tocó el turno a quien escribe estas líneas, le dije: vengo como periodista y
como cantante. Representé a México el año pasado en un concurso, en su tierra
natal, Úbeda, Jaén. Fui elegido finalista. Contestó, “¡Ah, eres tú! Estaba
enterado de ese concurso, su primo hermano lo organizó. Pero “El flaco”, como
muchos le llaman, no pudo estar presente debido a que estaba en plena gira en
Argentina. Después hice mi pregunta, ¿qué representa Úbeda para usted, su tierra natal, cuando se sabe que, al mismo
tiempo, es un madrileño de profesión? El cantautor, con calma, negó que fuera
un madrileño de profesión. Después, habló de Úbeda y se limitó a precisar que
es el pueblo donde nació y que, más que por otra cosa, se identifica con él por
los años vividos en la infancia y parte de su adolescencia. Sin embargo, no es
casualidad que se le llame “El genio de Úbeda”. Por cierto que, si usted no
conoce Úbeda debería ir; es una pequeña ciudad reconocida como Patrimonio de la
Humanidad.
El
poeta respondió:
"Úbeda
representa el terreno de la infancia. Bien es verdad que el terreno de mi
infancia no es... siempre oigo a los poetas, a los cantantes, a los escitores,
decir que todo viene de la infancia, que es el territorio mítico al que quieren
volver, yo nunca.
Mi
infancia era una ciudad de provincia, muy hermosa, pero con toda la grisura del
último franquismo. Mi familia era una familia modelo desde el punto de vista de
derecha, religiosa, puritana, yo lo único que quería era huir y eso hice cuando
pude, a los 17 años, así que ni en una en México, tan lejos, me hagan
volver".
Sabina
nació en el sur de España, pero después se mudó a Madrid, a la que tanto ha cantado y elogiado
en sus versos, canciones y testimonios.
Aunque estudió filología en Granada, hay dos himnos que exaltan la
tierra que lo adoptó: Pongamos que hablo
de Madrid y Yo me bajo en Atocha.
Las
influencias musicales de Sabina son una tríada: Bob Dylan, Leonard Cohen y Tom
Waits. La mayor de ellas es Bob Dylan, al que considera un gran maestro, un
poeta que canta, y dice escucharlo todos los días. Del mismo modo, Joaquín
Sabina es una droga para sus fans. Encuentran en sus canciones una historia
para cada sentimiento, una melodía para cada estado de ánimo, “un hombro donde
llorar”, letras que llenan el corazón de quien sabe escucharlas.
La
peculiaridad que caracteriza a Sabina es que es genio y figura. Un genio –a
diferencia de un virtuoso o alguien con un talento “convencional”-- es un
personaje que guarda en sí mismo algo único, extraordinario, como esa sustancia
propia de una droga. De ahí, que existan los llamados “sabineros” y el término
“sabimanía”. De manera que hay adictos a Sabina y quienes prefieren otra
“sustancia”, según su modo de ver la vida y su muy personal forma de sentirla.
No es sólo un cantante, un poeta o un artista. Es figura porque mucho de sus
alegrías y fuertes tropezones, se ve reflejado con franqueza y sinceridad en su
trabajo. Sus canciones hablan de la honestidad de un hombre que ha vivido todo.
“Quisiera
preguntar cómo le sienta la fama, el estar rodeado de gente que quiere
conocerlo, tomarse una copa con usted, todo eso”, se le preguntó, ya en el
ocaso de la rueda de prensa. A lo que respondió: La fama es una mierda, lo que
me gusta es la gloria.
Sabina
dará conciertos desde el primero de Mayo, hasta mediados de este mes. El plato
fuerte, cinco fechas en el Auditorio Nacional.