La gula, el vicio, la lujuria
Lo que habitan las palabras
!Limítrofe de mí, buen lobo!
No me da la gana conservar amor a las flores, !¿qué sé yo? Me recluyo en los espejos sin ser absoluto todo aquello que pronuncio; es palabra al fin, palabra vil del que pronuncia, magia o perdición, risa, esotería. Algún ripio de bajo perfil pudiera marcharse, si por fortuna, no fuese tumba sin regreso. Pero, ¿cómo reclutar las palabras que reclaman el silencio, a mitad de camino? Nuestros pasos sobre el desierto son tenues. El terco escribidor, pasada la noche exhausta, marcha atrás: "me he resignado ante el sublime silencio".
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