Lo único que importa
Por Iván Sierra
MEMORIA
No importa cuánto ame esta buena casa, su ancho corredor, la amplísima cocina, las habitaciones cálidas, un baño donde se puede uno sentar a cagar con las piernas estiradas si se quiere.
No importan los chistes de mamá, que lo agarran a uno por donde menos se los piensa, ni su sonrisa —ah, su sonrisa, tan sincera y dulce— ni su carita presumida de recién bañada.
No importan las calles empinadas de este pueblo, que subo con una agilidad en mí insólita, ni el humo con sabor a leña y a tortillas.
Ni este ladrerío, lejano como un sueño, importa. Ni el cantar exacerbado de los gallos que se enciende cuando va a ceder la noche importa. Ni el murmullo de las gentes que golpea los adobes de mi casa importa.
La madrugada del martes me voy de aquí, y eso es lo único que importa.
No importa cuánto ame esta buena casa, su ancho corredor, la amplísima cocina, las habitaciones cálidas, un baño donde se puede uno sentar a cagar con las piernas estiradas si se quiere.
No importan los chistes de mamá, que lo agarran a uno por donde menos se los piensa, ni su sonrisa —ah, su sonrisa, tan sincera y dulce— ni su carita presumida de recién bañada.
No importan las calles empinadas de este pueblo, que subo con una agilidad en mí insólita, ni el humo con sabor a leña y a tortillas.
Ni este ladrerío, lejano como un sueño, importa. Ni el cantar exacerbado de los gallos que se enciende cuando va a ceder la noche importa. Ni el murmullo de las gentes que golpea los adobes de mi casa importa.
La madrugada del martes me voy de aquí, y eso es lo único que importa.
1 comentario:
Muchas gracias por compartir mis letras con tus lectores, Pabito.
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