Corazón, punto cero de Pablo Aldaco
Por David Cano
De entrada, el título me parece un gran acierto por parte de Aldaco, más
que nada, porque en lo personal, siempre me han gustado las sorpresas y en este
sentido el enunciar Corazón, punto cero, me catapultó a campos semánticos muy
ajenos al contenido vertido en el poemario.
Hay cierta tendencia
inconsciente por etiquetar las plumas según el tiempo histórico que, de una
forma u otra, se permea en las temáticas o estilísticas, por lo tanto, es un
hecho ineludible pensar que Pablo al formar parte de la generación millennial seguiría esa estética
imperante que ha caracterizado a las letras de sus coetáneos. Por nombrar
algunos rasgos estilísticos, la apropiación del argot utilizado en el marketing
digital. Comparto uno que otro ejemplo al aire, claro, sin afán de hacer mofa a
los recursos de los novísimos poetas. Ergo, no resultaría extraño encontrarnos
con títulos tales como: Nocturno 01 00 11 0 11 o Alma offline 3.2, de tal forma, que uno imaginaría líneas reiterativas,
rasgo común en los poetas de la generación antes citada, porque no me dejarán
mentir, pero ya no crea un efecto certero leer al final de un poema la palabra
dolor hasta el infinito, matizado por medio de recursos meramente perfomativos,
emulo:
Dolor
Dolooooor
Do
Dolooooor
Do
lor
Pero la poesía de Aldaco no se mueve
en esos derroteros. No es descabellado suponer que el título que da nombre a
este poemario, ha de ser una muy buena broma por parte de Pablo, pero para no
perdernos en meras suposiciones, esto nos lo tendría que aclarar el autor.
Retomando
el nombre: “Corazón, punto cero”, en realidad hace alusión a un poema que forma
parte de este poemario, después de leerlo toma otra connotación el corpus poético. El punto cero se
transmuta en origen y punto de partida, lugar donde debe estar ubicado el
detonante de los actos más amorosos. A grandes rasgos, bajo el riesgo de ser
reduccionista, el poemario resulta un homenaje a los grandes espacios,
incluyendo la ausencia; pues alberga una poesía bucólica con aroma a sal y
panorámicas muy de la Baja California.
El
minimalismo presente en la obra nos hace recordar a los haikus, es una suerte
de carrusel con postales en sepia, donde el poeta lucha constantemente contra
la evanescencia y pierde la afrenta, llegando a un estado de resignación que lo
enviste con ese halo inconfundible de los ascetas.