Saludos por mi cumpleaños 32

 Despedida de San Carlos, Sonora.

Allá donde dejé una parte de mi alma, el pueblo era pequeñísimo, pero con una chispa irresistible de atardeceres, de mar y sol, de mexicanos y norteamericanos chocándose las manos a la hora de beber. Los bares se llenaban y los viejos jubilados bailaban al ritmo de la sana indiferencia por la muerte, los asuntos triviales, cotidianos.

El sonido del desierto reverbera en mi memoria. La hierba de los baldíos cruje. Los ojos del presente se llenan de pasado. Vuelo.

Ahora que regreso a la Ciudad de México miro desde la ventanilla del avión el pedazo que resta de Sonora. Después, todo será recuerdo. La máquina se desliza rápido, me transporta a otros desafíos.

Recordaré las voces golpeadas, ese acento único del norte de México, a las chicas y chicos de un físico envidiable, la mirada coqueta y retadora del transeunte, la calidez del que se abre a la próxima respuesta. Las ricas charlas, las carnes asadas, la risa, las cervezas frías, el vecino guitarrista. Parto ahora y regreso hasta la próxima