jueves, julio 18, 2013

Hotel La Habana

Sucede que me encuentro en un hotel del Centro Histórico, a la espera de mi nuevo departamento, después de haber desocupado el antiguo alquiler, en el que viví por cuatro años en la colonia Condesa. 

Me embarga, más que la tristeza, una nostalgia que no se quiebra, pero que tampoco es demasiado grata.
También la felicidad y el contento se hospedan en mi ser. Fluyen los recuerdos de mi antiguo departamento. Fluye la emoción del comienzo de una nueva historia, con mi nueva casa, mi primer bien. 

El Hotel La Habana, ubicado en la calle República de Cuba, es ameno, de pasillos largos, con servicio de primera. Máquina de sodas, la primera que veo con acceso a cerveza Modelo. Tal cual como si fuera Coca Cola, a tan sólo $20. Al alcance de un botón que suelo presionar con gusto. Las habitaciones, a un precio muy aceptable. De entro de una de ellas, la que se me ha asignado, escribo en un escritorio de madera, de esos que me encantan, en medio de humo de tabaco, reflexión y música en parlantes.

Oigo los gritos de júbilo de los niños, que corren sin culpa ni pena, por los derredores del hotel. Hotel de buena vibra.

Hay agua caliente. Fluye con fuerza, como me gusta. Golpea mi cabeza, la masajea. Prefiero no ducharme en ocasiones, pues mi piel es exigente y alérgica al frío.

Esta tarde el clima en la ciudad de México es dulce, pero tormentoso. Llueve. Las calles mojadas, extrañan el calor del sol punzante. 

Hace apenas pocos días que regresé de Cuba y de La Habana. La isla me persigue. Llegué por azares del destino acá, a la calle República de Cuba. La vida, que siempre da sorpresas.



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