El hombre contra el hombre
El ego humano, y nada más, es el culpable de la guerra entre los hombres y la guerra a secas. Ningún perro trama una guerra ni suelta de sus labios la palabra que puede acabar con el mundo. Una palabra, tan sólo una palabra de algún loco mariscal, y el mundo acaba... tan sólo para nosotros. Muere el hombre, pero no muere el mundo ni la vida. La hierba no pide ser amada. La tierra sólo respira. Y el vuelo del pájaro no es sino un vuelo armónico, colectivo, desapegado.
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