martes, noviembre 22, 2011

Mujer de Nueva Zelanda



Esa noche, ella sirvió vino en copas transparentes.

Era noviembre, mes lúgubre.

El aire corría como terca bestia.


Dentro, ya en casa, el vino comenzaba a erotizarnos.

¡Dulce fuente de uva, penetrante, embriagadora!,

¿qué seríamos sin la luz de tu lengua?


Ella se resistía al comienzo de mis caricias,

Sus blancas piernas, casi pálidas, color de nube

Mis manos, buscaban con tiento el pulso de su sangre


Ella, de Nueva Zelanda, yo de México.

Yo con mal inglés, ella con mal español.


Sólo el lenguaje de la música de nuestros cuerpos

Nos mantuvo en esa calma exquisita

Que sólo se vive, cuando un gran momento

Visita la puerta de los sentidos.


Entrada más la noche nos comenzamos a besar,

como dos locos, presos de la tempestad,

lengua a lengua,

cuerpo a cuerpo


Más tarde comenzaron los gritos,

Los gemidos naturales,

Los gritos del amor


Ella llamaba a Dios en cada

Trepidante penetración


De carne a carne,

De carne a flor...

Recorrimos todas nuestras sendas


Su vientre… un éxtasis de dulce amargo

Lengua a lengua,

agua pura,

lengua a lengua


Al despedirnos, un sueño profundo

Cada quien a sus hogares,

Bocas con sabor a miel.

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