La
noche que se expande
De
Pablo Aldaco
Presentación
de Francisco González Gaxiola
Encuentro Hispanoamericano de escritores, Horas de Junio
Hermosillo,
Sonora
3
de junio de 2011.
La
poesía es la esencia de la literatura dicen los formalistas rusos.
Lo sabíamos antes de que ellos lo dijeran. Simplemente por
intuición. También por esa razón sabemos que la poesía no se lee
como narrativa, ni como drama, ni como ensayo, aunque tenga tanto de
todos ellos. Se descubre poco a poco, a la manera como los temas
musicales en una sinfonía se van conociendo y reconociendo y
degustando paulatinamente hasta extasiarnos en ellos. La poesía es
para leerse y releerse, sobre todo los textos a los que Roland
Barthes llama escribibles, los que piden la participación activa
del lector para que se concreten y adquieran existencia real en el
oído, el corazón y la conciencia de una persona. Por supuesto que
si uno no siente el eco, difícilmente se comprometerá. Pero
incluso así habrá que buscar y explorar la secuencia de sonidos, o
la extraña asociación de ideas, las figuras metonímicas, incluso
aquellas relaciones que en un principio pueden parecernos
estrafalarias, y así hasta llegar a toparnos de frente con un algo,
con un no sé qué, un extrañamiento, convertido en una chispa que
nos conduce a la epifanía.
La
poesía de buena parte del siglo XX fue poesía experimental y buena
parte de esa literatura se alejó de la racionalidad como principio,
y se atrevió a escudriñar las asociaciones oníricas, ilógicas,
irracionales, asociaciones para nada comunes; a ellas finalmente se
añadió una agresividad en el sonido, en el sentido y en la
estructura sintáctica. Toda esa caracterización suele ser ahora
equiparada al lenguaje de la esquizofrenia. La similitud entre uno y
otro discurso la propuso, entre otros, Jean Cohen, quien afirma que
la poesía de ahora va en contra de la gramática y en contra, eso es
importante, en contra de la función comunicativa ordinaria del
lenguaje. Son otros tiempos, escuchamos por ahí, con frecuencia,
para tratar de explicar lo novedoso. En la poesía de estos dos
últimos siglos efectivamente hablamos del signo de los tiempos, la
metonimia sin nexos causales, las metáforas descabelladas, la
discontinuidad en las imágenes, la ausencia de unidad temática, la
marginalidad, entre tantos otros puntos, característicos del
postmodernismo.
Lo
que a continuación expongo sobre la poesía de Pablo Aldaco es una
experiencia de lectura personal, la cual la declaro ante ustedes con
el objetivo, o mejor, con la esperanza de que coincidan conmigo
cuando lean estas composiciones poéticas de
La noche que se expande.
Mi
primer encuentro con Aldaco, lo declaro con mi franqueza norteña, no
fue simpática. A Pablo lo conocí indirectamente a través de un
poema que el lic. José de Jesús Navarrete Aragón me hizo llegar
para que lo criticara, según me solicitaba, que lo criticara con
toda franqueza posible. Ese poema, que recibí vía correo
electrónico, no me gustó y se lo dije. Me parecía artificial,
pedante, ejercicio exploratorio cuando más. Le externé mi
comentario a mi amigo. No concordamos y no encontré el momento
dialéctico para mudar de opinión. Esto ocurrió hace ya alrededor
de cinco años. Hoy esa opinión que de Pablo tenía ha cambiado
mucho.
En
lo referente a su poesía de éste su nuevo libro, les expongo lo
siguiente. Sus características temáticas y con ellas quiero decir
aquéllas ideas que en lexemas se repiten, son un leit motif, se
adhieren a un campo conceptual: obsérvenlo ustedes en la siguiente
secuencia: aire, viento, agua, mar, olvido, ausencia, silencio,
sombra, eco, misterio, noche, sueño, nube, humo, llama, vacío. Si
se detienen un momento a pensar, todos estos substantivos constituyen
el campo semántico del fluir, del deslizarse, es decir, de lo
intangible.
Desde
una perspectiva semántica, la síntesis de lo que hay que decir, el
epítome del contenido tiene muchas maneras de presentarse. Tenemos
el adagio, el proverbio, la frase célebre, también el haikú.
Muchas de las composiciones de Pablo me recuerdan ese género por su
brevedad, síntesis, precisión y claridad. Las formas de la
brevedad son riesgosas porque con facilidad suelen estacionarse en lo
cursi o en el lugar común. Pero cuando son atinadas esos poemas nos
deslumbran. Ellas tratan de imágenes plásticas como en el idilio
del paisaje, o es la toma de conciencia de instantes irrepetibles,
incluso historias y dramas dibujados mediante dos o tres rasgos, el
resto lo tiene que poner el lector. En este sentido, el logro
poético se adquiere con manejo severo, estricto, de los trazos
fundamentales que constituyen esos significados. Tres o cuatro
pinceladas como asociaciones metonímicas, son suficientes para el
pintor cuando reproduce un paisaje (estoy hablando aquí por supuesto
del impresionismo) y a través de él nos proporcione una ilusión
vaga pero que cuando la recibe el lector la construye nítida en su
mente. Un ejemplo.
Permanencia
Y yo que me creía abandonado,
mártir
de la soledad,
espécimen.
Y
ahora con el debido compás
vuelves:
mi
canto es fuerte.
En
este poema alcanzo a percibir dos etapas. Una primera se refiere a
la fase del desamor, cuando el amante se da a la desesperación, la
autocompasión, “mártir de la soledad”, dice el yo lírico.
Espécimen, un objeto o reliquia abandonada un fósil incompleto,
solitario. Así se ve. De repente el escenario vislumbra la
conjunción estructurada de energías con su propio tiempo y ritmo.
“con el debido compás”. Otro verso y cierra. “mi canto es
fuerte”. Volvió la dialéctica del fluir y del correr. Como
pueden ver en esta secuencia de versos: tres, dos, uno se dibuja una
historia de amor, contada con sencillez y con una economía de trazos
admirable.
Estructuralmente
los metros y géneros que se presentan en La
noche que se expande
son variados. No podría comentar todos los que me han impresionado,
sólo un par. Uno que me ha parecido sorprendente, es el trabajo de
la prosa poética: poemas en prosa que nos recuerdan ipso facto a
Baudelaire. En profundidad de sentido, nos encontramos con la poesía
filosófica, en la que Santayana identifica a Lucrecio, Dante,
Goethe. En estos poemas en prosa el autor se da la libertad de
abordar preocupaciones de todos nosotros, son temas siempre
presentes en nuestra preocupaciones humanas aunque no los expresemos.
A veces se nos aparecen en las canciones de moda; allí se asoman
esos temas como de contrabando. Estas reflexiones, pues,
corresponden a tópicos de madurez, son poemas de reflexión, de
sabiduría. Lo curioso aquí es que la juventud del poeta nos induce
a pensar en una impostura intelectual o si no es así, y a esta
opción me inclino, es a la manifestación de una sensibilidad
poética extraordinaria que producirá mucha gran poesía todavía.
Les pongo de ejemplo apenas unas líneas de su poema “Aves en
vuelo”
Aves
en vuelo
Sin
la existencia del ave, el ser humano fuese poca cosa.
Plantémosle a nuestro ser nuestra existencia sin aves. ¿Qué sería de la imaginación sin el recurso del aire? ¿Quién lo volaría?
Plantémosle a nuestro ser nuestra existencia sin aves. ¿Qué sería de la imaginación sin el recurso del aire? ¿Quién lo volaría?
A
mí me han parecido de sobremanera sorprendentes estos pensamientos,
pensamientos que sólo encontramos en la poesía lírica profunda o
en las disquisiciones filosóficas o en la poesía de reflexión,
como la que he mencionado.
Y
con este comentario termino. Refrendando lo que ya he dicho, esta
poesía ya es grande. Este poemario La
noche que se expande
marcará una época de su producción. Y la poesía de Pablo seguirá
creciendo y madurando y tendremos de seguro la dicha de leerla y
volverla a leer.
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