De la rectitud del excéntrico no habrás de hablarme, pues éste carece de ciudades. Su tiempo, su espacio es rededor de inexistencias. Así que, guiados al rumbo de la solidez relativa, fiados a la muerte del cúlmino: ausentemos trazos de rectas rectas que nuestras manos han escrito; entonces, equilibremos nuestras ansias de instinto y así, por siempre así, calmidad celeste, rededor difunto: vivamos.
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