lunes, junio 06, 2005

Esa noche.

Esa noche le llevé a un rincón de la playa, aislado de todo rededor que nos pudiera turbar. Nos recostamos tiernamente sin importar qué tanto la arena nos tocara. Con miedo al miedo, fui de poco a poco acurrucando mi rostro en tu pecho. Cuando lo hice, saltaste, habías visto el Fruto Prohibido: supiste que me amabas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bello...

Anónimo dijo...

¿qué?