jueves, noviembre 10, 2005

16-10-05

La vida se incendia y el incendio permanece con sus fuegos
y sus lumbres permanecen quedas, como hechizos del clamor de la tarde

He puesto mis ojos en la ausencia; me he trasladado a la otredad

¿Lo ves?: ¡tierra a la vista!, vocifera ronco el Redentor

Carmela, permitirme deciros a la semejanza de tu nombre dulce: ¡no fui yo quien en tu tumba puso flores de agrio olor!, ¡tampoco quien declamó a tus oires el poema, el cántico de la innobleza y la sátira burlesca! Apenas he sido el cantor de los Mil Cantos y han de faltarme de cantidades más para avanzar al dígito de la Promesa: rojo crepitante, lumbre que incendia.

Me buscará la soledad con sus cantos, para situarme en la burla siniestra que guarda los escombros del placer.

1 comentario:

Elena Méndez dijo...

juan pablo, sentí en tu escrito cierto aroma a rimbaud.
yo también escribo; me he consagrado al cuento. y también acudo a diversos encuentros literarios dentro del país.
te invito a mis blogs: http://letaniadelajovensuicida.blogspot.com y http://spaces.msn.com/members/sinaloaysusojoscafes/