miércoles, noviembre 16, 2005

Anécdotas peatónicas.

Extraña ciudad

Caminaba en una extraña ciudad. Observaba prostíbulos, bares, centros de diversión, con una mochila que pendía de mi espalda. Dentro de ella llevaba un ajuar azul y un que otro amor resquebrajado por el tiempo y la ilusión. Fue entonces esa tarde que descubrí que soy todo lugar y todo tiempo. Al salir de aquélla lloré, grité a los cuatro vientos, y entonces supe que este mundo es sueño, como ya lo dijo Calderón.

1 comentario:

David Temper dijo...

satori urbano entre vicios y virtudes ajenos...

Raro sabor :P