La realeza te ha otorgado, padre, una maravillosa corona, que tu cabeza recibe. Ufano, como la vida, tu savia contiene la firmeza de un soldado y la quietud de un quelonio. Juro que mañana, al arribar el sol a su más grande altura, caerá enseguida a quemar nuestras pieles. Y entonces, tú, mi ideal, vivirás tu esencia inmortal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario