Palpo el cráneo de quien vierte pensamientos diariamente en las hojas blancas. Hojas blancas, donde el puño ha de ser quien marque los sucesos de la Vida y el Misterio.
Al Santo Oficio, roedor de la inmundicia, despecho en demasía; gruño en el percance de la hueca vida, que atraviesa los linderos del fervor y la nostalgia.
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