Domingos

Domingos tan iguales todos; domingos de sonido tenue. Soplos de viento en las ventanas dan avisos de tranquilidad. El café, los humos de vapor se elevan a los cielos, a los techos donde se pierden para ya jamás volver. Mentira es "todo lo que sube baja".

Domingo: día sin guión que nos sume en soledad, sabia soledad; en los pensamientos que invocan creatividad, peligrosos pensamientos. !Qué paredes ni qué silencios que escuchen la permanencia de la lengua de nuestra soledad!: !Es la mente la más grande acompañante, el más grande de los lenguajes, la sabia transparencia dominada por sí misma, nuestro caos caótico, la que nos hace vivir de todas formas, la que nos hace salir del túnel agónico de la ansiedad, la que escucha.

Si el viento sopla como el fantasma, la boca del fantasma es viento. !Oh, que los acordes del viento de un domingo dejan oírse distintos a los de otros días -seis ordinarios-! Dios ha equivocado en señalar días fijos para el descanso, le hemos hecho caso y nuestra conciencia sabe hemos errado aunque nuestra boca no juzgue lo mismo.

El vértigo del depresivo domingo no es descanso para el que padece decaídas, es el hechizo maligno tirado por los polvos del diablo. !El descanso es ruina! ¿¡Dime quién descansa, si no es que el muerto!?

¿Grises serán los cielos de las noches con clímaxes extensos? Cual la de los séptimos días. ¡Qué decir de esos domingos de mala muerte! ¡Cuando su cielo es gris la cosa empeora y no solamente es el sentirse nublado interiormente!

Este domingo hace exclamar literalmente, gritar con envidia a los sitios privilegiados del mundo, quienes sí pueden ver la luz. Mejor no debiera hablar de él ¡Ojalá halagado no te sientas, ruiseñor falso de sombrío gorro! Ignorarle será mejor, recomendará un sabio. Pues si recordamos lo que nos hace sentir mal con frecuencia, un mundo de desechos nos rodeará en mente; mente que debe liberarse de los malos espacios, si a contenido de morales vamos.

Y si llueve, no le hagamos caso a la pobre agua llovida que golpea con los suelos y maltrata; ni siquiera sangre brota de ella aún el golpe fuerte, pues quizá de tanta furia no se vea a vista simple.

¡Y qué decir de este mundo embrolloso, donde pueblan ya insoportables bulevares y cerros que ni la fe mueve, calles interminables con nombres desconocidos, aguas secas, lluvias ácidas, volcanes en erupciones bárbaras, piedades graves y desiertos poblados!