lunes, abril 11, 2005

Equilibrio de contrastes.



Hoy es lunes. Necesito del papel y de la pluma para plasmar en un borrador las ideas que por mi mente pasan como lluvias fugaces, luces parpadeantes reflejadas en la sombra de un oscuro cielo. Ambos han sido encontrados, ahora a pulso firme escribo:
La luz del alba que atraviesa los vidrios de una ventana puede parecer simple, insignificante, a quien ve sin observar, ¡mucho para dos ojos ansiosos de conocer!; veo las manos trémulas de un viejo que vacila con el alimento deshecho, socavando el interior del tambo de los restos sin siquiera importarle su estado denigrante; consciente de que esta imagen puede ser producto de un enamoramiento inspirativo, de una mirada que emana deseo y que por serla así, esto ya es una ganancia, lucho por sobrevivirla en el recuerdo. Rastra el ojo la información, pues, con este objeto.
Ciertas veces, incluyendo mi persona, nuestras ideas pueden parecernos, sobre todo en el momento en que se han recién creado: fuera de serie, incomparables, innovadoras, junto con más exageraciones. Después, a medida que el tiempo transcurre, cuando los ánimos bajan y las visiones de aquella fresca ventura se ausentan, cuando la tormenta diluye aquellos arrogantes vientos, menos buenas han de parecer al autor, hasta por fin llegar al extremo opuesto: pensar que son una basura. Esto no es nada más que el juego de los contrastes, el ajedrez soberbio del que afortunadamente uno puede estar consciente –por delicia la conciencia ofrece soluciones a los líos-, el manejo del claroscuro del talento, la limpia de seguridad del diminuto pecador, un sentimiento que nos puede llevar a la fosa de la duda..., pero también al extremo máximo del triunfo, donde han de converger las luces calmas, toda la familia de los nobles adjetivos.
Hablar de esto que cuento equivaldría, más o menos, a hablar del término autoestima en Psicología, ese diagnóstico moderno, anti-natural, del cual quejo y critico, pues: ¿a partir de qué encuestas se pueden medir las cosas?, ¿son acaso las preguntas fundamentos obligatorios de respuestas ciertas?
Ubicarte en la realidad, ver con ojos limpios la vida, exento de patologías que embaucan, es lo más aproximado al placer. Si la distorsión es la mar que disuelve los mirares falsos, derrúmbame, vida, y devuélveme.
Al siguiente día, ya recapacitado, en maromas habido meditado al son de respiros calmos, esas ideas que han pasado por una serie metamórfica de pensamientos, no son ya consideradas pésimas. Tienen el verdor, opina el propio, de una juventud recién florecida, metáforas inquisidoras provenientes del alma adolescente... quizás niñerías de alguien que gusta jugar a las cartas.

***Artículo que será publicado el próximo domingo en la Revista Dominical del periódico Cambio.

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