viernes, abril 29, 2005

Un buen optimismo.

A mi curso he de buscar cuántos años debo vivir para mi conveniencia: doce o trece, dieciséis o cuarenta, ciento siete o tan tan tán… irrelevantes son los dígitos. La gracia está en dar con lo buscado. ¡Al diablo con los cálculos, con los malhechos ocios!

A mis años presentes sé del juicio miserable del idiota. Sus ojos tactan el soquete a no ser que un ángel redentor con vara ruja las posibilidades y pause los males condenados. Su mente, experiencia que se jacta de experiencia: ¿Cuál? Si la experiencia en estas líneas inexiste, no hay presa que registre mar intenso ni río que penetre las miradas. No hay entonces conocimientos ni juicios relevantes que nos lleven al duelo de las espadas. Los pretextos son extintos.

¿Es la madurez el sencillo crecimiento de un fruto? He de buscar cuanto en mi caminar aparezca. Y mientras vaya por la brecha, atisbando los rodeos de la intuición, recordaré de dónde vine y qué es permanecer en orbe: ¡el retrato de mi estirpe familiarizado con los seres!Mido la vida con el metro de la sencillez; me ausento de toda ciudad que calcule números falsos. ¡Mal epíteto, mala fe!

Pero ciertas veces gusto abandonar las hojas, la tinta, despedir el miedo. ¿Qué hacer?: Irse y volver.

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