martes, julio 01, 2014

Cien años de soledad

Análisis

Por Juan Pablo Aldaco

Acerca de José Arcadio Buendía y compañía

José Arcadio Buendía,  hurga en lo más profundo del alma de las cosas: la armadura, la profundidad de las profundidades.

Un hombre de arrojo que intenta convencer al mediodía de ser lo que es. Busca más allá de los astros el sinsentido de la vida, pero no logra entender, en momentos, que sólo existen dos caminos en la vida. Uno unificado, el otro, un camino lleno de obstáculos. No hay nadie que le convenza de que su desbordada imaginación es pura "fantasía".

En busca de oro para "empedrar una casa". Eso busca José Arcadio Buendía, el explorador. La dichosa profundidad. Un constructor de casas que desembocan en el mar. Habla a solas consigo mismo. Soliloquio imposible de entender para Úrsula.

Arcadio recorre "territorio deshabitados" sin necesidad de abandonar su guarida terrenal.

Un Macondo, un Comala desde "la primera era del hielo" es lo que vivía.

Úrsula, regañona, esposa fiel, esposa que asiente a cualquier demanda de su cónyuge. Estrepitosa. Todas sus cosas en su lugar; de nervios desaliñados. Pero al final, mujer trabajadora. Su meta: que todos los caminos de Macondo desemboquen en el agua del mar.

García Márquez convirtió a Macondo, por la vía de la sagrada imaginación, en una ciudad real que reside en nuestras mentes. Es decir, en el inconsciente colectivo.

Macondo es la ciudad de los poetas y de los que atisban el triunfo. El Comala de los mexicanos que un colombiano vivió. La aldea de adobe.

El refugio para sus versos deshabitados. Para el ermitaño no le viene nada mal ,la civilización no puebla dicho espacio. Reina un silencio relativo y el aire derrumba a los pájaros.

Macondo es el símbolo del agua. Todos van en busca de ella, para saciar la sed del alma.

De niño Arcadio era un travieso. Pero nació siendo un hombre rudo y a la vez suave. Nació casi hablando en latín, como un monstruo indeseable.

Buendía, amigo de gitanos amaestrados con botones para borrar la memoria. Ahorradores de tiempo, sublimadores del sufrimiento.

Arcadio el panteista, aquel soñador de caza.

A arcadio no le gustaba la turba, el vulgo de todos los días. Esa muchedumbre indómita que invade el derredor, casi sin querer, el espacio del otro,el robo del espacio.

José Arcadio empuja al tumulto. Ese río de gente de pueblo. Me recuerda a la anécdota que de Bethoven en Viena, precisamente haciendo lo mismo, empujando a la gente con la soberbia de un genio.

Buendía como Gulliver, tratando de escabullirse de decenas de hombres que apenas pueden detenerlo.

Melquíades muere. El gran amigo de Arcadio se ha marchado.

José Arcadio gustaba de matar fantasmas, ante el temor de Úrsula.

En este libro magnífico, el premio nobel de 1982 hace de su imaginación su más voraz alimento: mezclar el hielo con el fuego. El fuego fecunda al hielo.

Márquez asocia, con fino estilo, al hielo con el espejo. El hielo se refleja en el frágil espejo.

Aldeas de adobe en el pueblo de Macondo... a la orilla del mar.

Como el supuesto cambio climático de la era "postmoderna" en que supuestamente vivimos, Macondo pasó a ser un pueblo de sol radiante a uno de invierno infernal.. Una paradoja. Una vuelta de tuerca. Tal vez el juego de matar gallos o fantasmas dentro del sueño que vive el personaje; tal vez su afición por la caza, transformó a Macondo de un clima árido a uno frío. Tal vez el temperamento de Arcadio coqueteó con los cambios de temperatura de una tierra imaginaria, que no era precisamente "postmoderna". La idea circular de tiempo y clima que el escritor colombiano arroja al lector, hace que éste mismo reflexione sobre ella con la ayuda de su conciencia.

El escritor mezcla los cuatro elementos en su obra maestra.

Sin duda la "mariconería inexplicable de" Amaranta al llorar, escondida en un cuarto, puede evocar al pensamiento el arquetipo femenino del agua. O la soberbia de Arcadio en alguna de sus etapas, al fuego. O la fortaleza cuasi femenina de Úrsula al elemento tierra; aunque también sus sombras de sobrecogimiento del ánimo, al aire indeciso.

El fetichismo y la perversión se hace palpable en esta obra maestra. Aureliano ansía con lujuria a la niña Remedios. ¿Qué remedio tendrá Aureliano para el amor imposible, en teoría? Según se recorran las hojas, uno se dará cuenta.

Mi más sincera opinión de la literatura de García Márquez, en cuanto a "entretenimiento" y ludismo que puede sobrecoger a los lectores más "sencillos", se refleja en otras novelas como "La Hojarasca" y la fabulosa "Crónica de una muerte anunciada".  Pero "Cien años de soledad" es para muchos la piedra filosofal, amuleto, la plata, las joyas de Macondo.

La pluma y el tintero de García Márquez le hizo merecedor de engrandecerse en el tiempo. Así lo dice un estudio que osa decir esa supuesta verdad: uno de los cien escritores más importantes de todos los tiempos.

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