viernes, julio 01, 2005

Incidente.

Hube roto un vidrio no recuerdo qué mes de hace dos años. Lo hube roto del coraje. Miedo causé a condiscípulos y preceptores. Apretujones de un paliacate hacia mi herida para sostener la sangre, sin dejarla fluir, tuve de parte del más grande de mis temores, Julián, en ese entonces del colegio el prefecto. Ahí me percaté de su estima a mí como su discípulo, aún las radicales diferencias. Entonces, hería mi antebrazo, pero la ira era un candado para los malos sentimientos. Entonces, queda del todavía y para el Siempre, una cicatriz ahí mismo.

1 comentario:

poesía cinética dijo...

cruelmente, lo más bueno que puedo sacar de este accidente, es que gracias a eso,nos entretuvimos hablando recesos y recesos, te conocí un poco más ese lado sensible e irritado, que explota como nube con agua en cualquier moemento y por cualquier motivo.
-te quiero así.-